Tania Gala en:
Ilustrando el cuento: Canción de Despedida
Escrito por: Mireia Molla
Pequeñas perlas saladas daban cuenta de su sufrimiento. Emanaban del
manantial de sus ojos y se deslizaban por sus mejillas rosadas, formando
pequeños riachuelos que continuaban el curso de su rostro e iban a
morir por debajo de su cuello.
Eran ríos de dolor, de rabia, de impotencia, de decepción, de
frustración, ríos de agua salada que intentaban borrar las últimas
palabras que él le dedicó.
Poco a poco el cansancio se fue apoderando de ella y las lágrimas
comenzaron a menguar, convirtiéndose en un rítmico goteo, semejante al
de la lluvia cuando la tempestad empieza a aflojar y sólo quedan algunas
gotas rezagadas que cuelgan todavía de los tejados.
Cuando por fin cayó en ese estado de inconsciencia que proporciona el
sueño, lo vio entre la multitud caótica en una estación de tren, a lo
lejos, con su gabardina y su sombrero, con su aire de galán
despreocupado, le llamó y corrió a su encuentro, en un intento
desesperado por retenerle a su lado, pero él ya no la escuchaba y subió
al tren sin esperar la última llamada.